Un viaje virtual al mundo de Jules Verne que desafía los sentidos

Ayer, la tecnología me transportó a un mundo virtual que rayaba peligrosamente con la realidad.
¿Peligrosamente?
Bueno, quiero decir que virtual y real empiezan a ser conceptos cada vez más cercanos y que si hoy la IA ya hace imposible distinguir entre contenidos fake y contenidos reales, en breve tal vez no sepamos distinguir si el entorno físico en el que estemos o creamos estar es real o inducido. -Uff!.

Bueno a lo que íbamos, ayer en la sala Ideal del Poble Nou en Barcelona, tuve la oportunidad de experimentar una realidad virtual tan impresionante que casi me atrevería a eliminar de este artículo la palabra «virtual». Fue una muestra del inmersivo y convincente poder de la tecnología digital, una experiencia llena de sensaciones como solo un paseo por el metaverso puede ofrecer. La experiencia, más allá de lo imaginable, me sumergió en el universo de Jules Verne en un apasionante recorrido donde cada momento y cada detalle se vivían, se sentían y se experimentaban de una forma tan real que, en más de una ocasión, adelanté la mano para tocar algo o di un paso atrás para no caer por un precipicio hacia el centro de la Tierra.

La inmersión era tan profunda que, en ciertos momentos, me vi obligado a quitarme las gafas para verificar si lo que veía seguía ahí, confirmando que lo que parecía tan auténtico no era más que una creación digital. Lo único verdaderamente real era mi propio cuerpo, las mágicas gafas que llevaba puestas y la gravedad que, a mí y al resto de los participantes, nos mantenía anclados al suelo mientras avanzábamos con tímidos y torpes pasos por un increíble mundo que en realidad solo era una inmensa sala vacía.

La combinación de la tecnología y la narrativa de Verne transformaban la sala en un escenario lleno de vida, donde la frontera entre lo real y lo imaginario se difuminaba hasta hacerse casi indistinguible. Un auténtico milagro llevado a cabo por el gran equipo de profesionales de Layers of Reality, expertos en la creación de contenidos de realidad extendida.

El recorrido me llevó por las ciudades clave en la vida de Verne: Nantes, donde nació y despertó su pasión por los viajes; París, donde conoció a los Dumas y se introdujo en el mundo literario; y Amiens, donde escribió sus más de 50 novelas. A través de las gafas de realidad virtual, estos lugares no eran solo proyecciones, sino espacios vivos que podía explorar, como si realmente estuviera allí.

En la exposición también había elementos visuales únicos, como los storyboards originales de las adaptaciones cinematográficas de Georges Méliès, y recreaciones generadas por inteligencia artificial, que ampliaban aún más la inmersión. La combinación de lo visual y lo emocional convertía esta experiencia en algo más que una simple visita cultural.

El punto culminante fue entrar en el Meta Verne, una experiencia que os recomiendo y que lleva la realidad virtual a otro nivel. De repente, me sentí navegando por las profundidades del océano a bordo del Nautilus, caminando sobre la superficie lunar, explorando el centro de la Tierra, o surcando el cielo en un globo. Cada detalle, desde los cráteres hasta las criaturas extrañas bajo la Tierra o el mar, parecían tan reales que resultaba difícil creer que todas esas vívidas sensaciones ocurrían sólo a través de los ojos, mientras los pies permanecían firmes en esa inmensa sala vacía.

La muestra ‘Verne 200’ no solo me hizo revivir las aventuras clásicas de Verne, sino que me demostró cómo la tecnología puede transformar nuestra forma de experimentar el arte y la literatura. Los mundos que Verne imaginó en sus novelas cobraron vida a través de la realidad virtual, creando una conexión única entre lo físico y lo imaginario.

Como colofón diré que al salir de la experiencia, no pude evitar sentir una cierta sensación de estar viviendo algo similar a Matrix, lo que me llevó a reflexionar sobre las teorías de científicos y filósofos como Nick Bostrom, que plantean que podríamos estar viviendo en una simulación creada por una civilización avanzada.

En experiencias como esta, donde lo real y lo virtual se entrelazan, resulta inevitable cuestionar la verdadera naturaleza de nuestra existencia.

CRÓNICAS DESDE MI AZOTEA
Tomás Cascante

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