Es la palabra de moda, sin duda la más mediática y comentada del momento: Metaverso. Día sí y día también, empresas de todo tipo y pelaje anuncian su aterrizaje en esta distopía –supuestamente– hecha realidad. Del mundo de la moda al inmobiliario, pasando por el retail o el automovilístico, todos anuncian su intención de buscar su sitio virtual en esta realidad paralela. Para la crítica queda el contexto de su presentación –una empresa sometida a una fortísima presión bursátil, regulatoria y ética, entre acusaciones de monopolio, sangría de usuarios y displicencia ante los discursos de odio–, su falta de originalidad –Second Life, su sosias informático, data de hace dos décadas–, las sospechas de burbuja especulativa –se cifran en cientos de millones las operaciones inmobiliarias gestionadas– y su demostrable insustancialidad –sí, todo el mundo habla de ello, pero la audiencia mundial del Metaverso, hoy por hoy, es menor a la población de Albacete–.
Como casi siempre en estos casos, la innovación conlleva unas implicaciones laborales nada despreciables. De hecho, en su keynote de presentación, el concepto trabajar en el Metaverso se da por hecho en varias ocasiones, sin que nadie le aplique un espíritu crítico.
La primera implicación que conllevaría trabajar en el Metaverso es la referente al ámbito geográfico. Un mundo virtual como el que se propone no entiende de fronteras nacionales y, por tanto, pondría en un brete un concepto tan básico y fundamental como la norma laboral que sería de aplicación al ‘metatrabajador’. Si a lo largo de nuestra historia hemos asistido a encarnizados conflictos sobre qué condiciones laborales asisten a los trabajadores transfronterizos, imagínense lo que pasaría si el trabajo se desarrollase en un lugar intangible.
Otro término que se vería alterado es el ámbito personal, inaplicable tal y como lo entendemos ahora si quien trabaja no somos nosotros, o al menos no sería nuestra imagen, sino un holograma o avatar. Habrá quien opine que es una oportunidad para desterrar las discriminaciones estereotípicas por género, condición física o vestimenta, pero obviamos que la solución no puede pasar por sumergirnos en una ficción embustera, en donde ni estamos seguros de con quién interactuamos….
(Clip 300 palabras)
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