La realidad extendida como medio de comunicación científica

El cine y la literatura nos han ofrecido numerosas visiones distópicas a través de los relatos de ciencia ficción. Muchas de estas aproximaciones han puesto el foco en la capacidad de la tecnología para convertirse en un mecanismo de control al servicio del poder y restringir la libertad individual y el libre albedrío de las personas.

La realidad extendida, como medio que engloba tecnologías como la realidad virtual o la realidad aumentada, no ha estado exenta de esas visiones que han gestado múltiples narrativas en el ámbito de la literatura, el cine o los videojuegos.

La distopía en el cine y la literatura

La distopía, como la utopía, sirve, en muchos casos, de simulación catártica, un gesto de resistencia y de rechazo a la realidad cotidiana, en palabras de Retamal (1988), que puede resultar un mecanismo eficiente para plantear o anticipar los escenarios futuribles que podría tomar el desarrollo tecnológico y sus posibles aplicaciones. En otras palabras: la distopía literaria es un buen simulador que nos permitiría diseñar escenarios adversos para poder poner los medios de evitarlos en la realidad.

En temáticas relacionadas con ámbitos de la realidad extendida, como la realidad virtual o los metaversos, existen, casi desde la proliferación y uso generalizado del término realidad virtual o realidad artificial, numerosos exponentes que le confieren esa visión distópica.

En la literatura tenemos obras de gran relevancia como Snow Crash, de Stephenson (1992), o The Hacker and the Ants, de Rucker (1994).

También tenemos grandes obras cinematográficas que presentan ese punto de vista distópico de la tecnología que nos permite acceder a mundos virtuales: desde Welt am Draht (El mundo conectado) de Fassbinder (1973) hasta eXtistenZ (1999, Cronenberg) o, más recientemente, OtherLife (Lucas, 2017), pasando por rarezas como la inquietante The Lawnmower Man (Leonard, 1993).

Uno de los aspectos singulares que presentan estos títulos es, precisamente, esa visión de corte distópico en el que la tecnología de realidad virtual es alienante, adictiva y capaz de sustituir, indistinguible e ineludiblemente, a lo que percibimos como mundo físico.

Puede ser, además, que la realidad física con tintes distópicos en la que nos encontramos, lo que, según mucha prensa, podría ser una versión moderna de La Peste de Albert Camus (1947) –y cuyo ritmo narrativo presenta bastantes semejanzas–, nos lleve a pensar que muchas de las perspectivas que nos ha aportado la ciencia ficción en los distintos temas que ha tratado presenta ese sesgo de futuro inquietante y alienante.

La tecnología en una realidad distópica

Incluso sin un escenario excepcional de pandemia mundial como el actual, esos brochazos de distopía los podemos encontrar en diferentes ámbitos de nuestro mundo y nuestra vida cotidiana. Fundamentalmente cuando reflexionamos sobre algún avance en el campo de las tecnologías de la información, la ciencia, la realidad virtual, la inteligencia artificial, o la robótica, por poner solo unos ejemplos.

Como han señalado Tanenbaum, Pufal y Tanenbaum (2016) la ficción de diseño permite construir argumentos sobre futuros temidos y distópicos para reflexionar sobre estos, jugando con ellos y explorando visiones alternativas sobre las que debatir.

La realidad es, sin embargo, a veces tozuda y no se comporta como esperamos, pero constituye sin duda un escenario de aprendizaje constante, ¿qué otra cosa si no? Y es esta realidad la que nos hace llevar a cabo un ejercicio de reflexión sobre cómo queremos que se produzcan los avances científicos y tecnológicos que permitan mejorar la calidad de vida y solucionar algunas problemáticas emergentes a nivel global que deberán ser resueltas con los avances en la frontera del conocimiento.

Pero más tozuda es aún la tecnología, que se empeña en seguir evolucionando incluso cuando la realidad nos propone, como ahora, escenarios en los que momentáneamente nos vemos arrancados de nuestros deseos y anhelos, y zarandea las escasas certidumbres que nos quedaban.

En este contexto, en la situación actual se conjugan dos elementos que son primordiales para el progreso de todas las sociedades: por un lado, un nuevo impulso del conocimiento científico y su divulgación; por otro, la inminente e imparable digitalización de muchos de los sectores cuyas actividades eran previa y esencialmente presenciales; y en último término, los avances sociales que son necesarios para que este proceso de cambio se produzca.

Una circunstancia vital tan crucial debe llevarnos a pensar en cómo estos elementos, de modo transversal, pueden cambiar el modo en el que percibimos el mundo y nos relacionamos con la información. Y es ahí donde el rol que juega la realidad extendida resultará fundamental porque se trata de una tecnología que nos permite interactuar con el medio de formas completamente diferentes e inéditas a las que hasta la fecha conocíamos y que modificará la próxima generación de comunicaciones humano-computadora, computadora-ordenador y humano-humano.

(Transcripción completa del original)
La publicación original de este artículo aparece en EL OBRERO


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