Después de esto no hay vuelta atrás. Si tomas la píldora azul, la historia termina, te despiertas en tu cama y crees lo que quieras. Si tomas la píldora roja, te quedas en el País de las Maravillas y te enseño lo profundo que es el agujero de la madriguera.
Matrix, 1999
El eco de la conversación entre Morfeo y Neo todavía resuena en la cultura popular, más de dos décadas después del estreno de la primera entrega de Matrix. Y no sólo porque el estreno de la esperadísima cuarta entrega de la saga -de la que todavía no se sabe si será secuela, precuela, reboot o todo a la vez- esté prevista para finales de este año. También por sus ramificaciones en disciplinas tan diversas como la filosofía, la ciencia o la psicología.
Todos los cabos sueltos que Matrix ponía sobre la mesa, que ya habían sido planteados con anterioridad por luminarias de la ciencia ficción como Philip K. Dick o películas como Dark City (1998), se concentran en lo que se conoce como hipótesis de la simulación.
Elaborada en 2003 por el filósofo y científico sueco Nick Bostrom, básicamente plantea que hay al menos un 50% de probabilidades de que exista una civilización avanzada responsable de un sistema informático que simula lo que conocemos como realidad. Así, el mundo que nos rodea y nuestras propias mentes -todo lo que pensamos, sentimos y percibimos- formaría parte de un complejo software capaz de manejar enormes cantidades de información.
Sí, suena a desvarío, pero hay quien se lo toma muy en serio.
Hablamos de los tecno-gurús de Silicon Valley, que han convertido la hipótesis de la simulación en un debate recurrente. «Para ello han hecho falta dos cosas: la emergencia de sociedades volcadas en pantallas y una corriente de pensamiento llamada transhumanismo, un conglomerado de ideas articuladas en torno a la suposición de que la tecnociencia está madura ya para perfeccionar al ser humano», dice Asier Arias, profesor de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad Complutense de Madrid, que acaba de publicar Introducción a la ciencia de la conciencia (Ediciones de la Catarata).
A la cabeza de este movimiento está, quién si no, Elon Musk. El multimillonario creador de Tesla, SpaceX y Neuralink vinculó su convicción de que no vivimos en la llamada «realidad base» al crecimiento exponencial en la capacidad de computación y al perfeccionamiento de los videojuegos y la realidad virtual en las últimas décadas. «Hace 40 años teníamos juegos como Pong, que consistía en dos rectángulos y un punto», llegó a decir durante una conferencia. «Ahora tenemos simulaciones fotorrealistas en 3D con millones de personas jugando de manera simultánea. Si asumimos cualquier tasa de mejora, llegará un punto en que los juegos serán indistinguibles de la realidad.
Poco parece importarle a Elon Musk que científicos de la Universidad de Oxford desmintieran la viabilidad de la hipótesis de la simulación en 2012, tras intentar modelar a través de la computación cuántica una diminuta parte del universo físico. Los autores concluyeron que…
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