El prestigioso astrofísico Avi Loeb afirma que es posible que nuestro universo sea la creación de laboratorio de una categoría de seres capaces de crear universos
Ni una simulación computacional ni una realidad paralela. Nuestro universo es un experimento creado en el laboratorio de una civilización de dioses alienígenas, seres superiores en el último estado de la evolución. Una nueva teoría científica que irónicamente “unifica la noción religiosa de la creación con la noción secular de la gravedad cuántica”.
Ahora, Loeb acaba de publicar una propuesta cuanto menos intrigante en la revista Scientific American.
Dioses alienígenas
No, Loeb no propone un origen divino ni religioso del universo. Después de repasar varias teorías que intentan explircar algunas de las inconsistencias y características de nuestro universo todavía no explicadas, el físico de origen israelí sugiere «la posibilidad menos explorada de que nuestro universo haya sido creado en un laboratorio de una civilización tecnológicamente avanzada”.
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El físico — que es también asesor del proyecto de exploración interestelar Breakthrough Starshot — dice que todavía no poseemos la teoría predictiva que combine los dos pilares fundamentales de la física moderna: la mecánica cuántica y la teoría general de la relatividad. Sin embargo, apunta, una civilización más avanzada que la nuestra podría haber dado con esta clave y, con ella, adquirido el poder, la tecnología, de crear nuevos universos.
Pero la teoría va mucho más allá. Según Loeb, este planteamiento explicaría no sólo el origen de este universo plano desde una dimensión superior sino además establecería que el universo sería similar a «un sistema biológico que mantendría la longevidad de su material genético en múltiples generaciones”.
Una nueva escala de civilizaciones
En su ejercicio teórico, Loeb realiza una reflexión sobre el nivel de las civilizaciones que difiere de la escala creada a mediados de los sesenta por Nikolai Kardashev. La escala ideada por el científico soviético mide la sofisticación de una civilización en relación al uso de la energía y la consiguiente capacidad de realizar viajes interestelares. Una civilización de tipo 1, como la humana, sólo puede usar la energía de su planeta. Una de tipo 2 — llamada estelar — puede aprovechar la energía total de su estrella con sistemas como las esferas Dyson, una megaestructura que rodea a un sol. Finalmente, una civilización de tipo 3 es una civilización galáctica, capaz de controlar la energía de toda su galaxia.
En vez de fijarnos en la capacidad de una civilización para aprovechar la energía del universo, asegura Loeb, lo importante es fijarse en la capacidad de esa civilización “en reproducir las condiciones astrofísicas que han llevado a su existencia”.
Los seres humanos todavía estamos en pañales tanto en la escala Kardashev como en la nueva escala que propone Loeb, que dice que somos de clase C: no somos capaces siquiera de recrear las condiciones de habitabilidad de nuestro propio planeta. En el caso de que nuestra estrella muera, nosotros moriremos con ella si no lo hacemos antes.
Una civilización de clase B, sin embargo, es independiente de su estrella y podría convertir cualquier planeta en un planeta ideal para la vida. Y, finalmente, una civilización de clase A podría recrear las condiciones que crearon su propia existencia física. De ahí, afirma, vendría la capacidad de…
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