El criptoinvierno ha hecho que las monedas digitales pierdan cerca de un tercio de su valor, algo que ya había ocurrido antes. El verdadero chasco es no haber conseguido ser un refugio ante la inflación y la caída de las bolsas
Ya es casi una cuestión matemática. Cuando los bancos centrales y los reguladores estadounidenses hacen anuncios o previsiones, decenas de miles de carteras de bitcoin ponen el dedo en el gatillo: es hora de vender o, según el caso, comprar. El último episodio, el pasado viernes, cuando se conocieron los nuevos datos inflación en Estados Unidos, superiores a lo previsto. Los tambores de subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal volvieron a sonar con fuerza y, minutos después, bitcoin caía por debajo de los 19.000 dólares. No es la primera vez que ocurre, y nada apunta a que vaya a ser la última.
Se trata de una de las principales consecuencias del llamado criptoinvierno, que ha hecho que estas monedas digitales pierdan un tercio de su valor en algo menos de un año. Y seguramente eso no sea lo peor, al menos para los más entusiastas de esta tecnología. El hecho de que hayan ligado su curso a los vaivenes de la economía convencional también ha hecho que pierdan la oportunidad de convertirse en el oro digital. Es decir, un refugio para cuando llegan las vacas flacas, algo que fue una de las promesas fundacionales de bitcoin y, también, uno de sus principales reclamos hasta no hace tanto.
Cómo la alternativa perdió su propio camino
Por ahora, la correlación se ha dado sobre todo entre el índice S&P 500 y bitcoin, que a su vez es quien lleva la batuta para el resto de criptomonedas. “Se está comportando igual que los índices bursátiles porque su penetración y su masa crítica no han sido suficientes para que sea un valor alternativo”, explica Fernando Castelló Sirvent, economista y profesor de ESIC, que se pregunta por su finalidad actual, pues “un inversor trata de cubrirse con instrumentos complementarios”. Es decir, se prefieren tener huevos en varias cestas, pero que tengan una correlación inversa entre ellas, de forma que si una va mal, otra vaya bien de forma casi automáticamente. “Si todo se mueve en la misma dirección, el riesgo que asumes es cada vez mayor”.
Este economista también explica que una de las causas es que ha cambiado el perfil de quien pone su dinero en este sector, al que han entrado importantes fondos de inversión, como Sequoia Capital o Andreessen Horowitz (a16z). “No es difícil pensar que quien invierte ahora en cripto antes lo hacía en S&P 500”, deja caer sobre este punto, recalcando que han entrado a este mercado “con la misma expectativa que a uno tradicional y en los mismos contextos: cuando muchos han querido vender en bolsa, también lo han hecho con sus bitcoins”.
(Transcripción completa del original)
La publicación original de este artículo aparece en EL CONFIDENCIAL
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