Mientras los bancos centrales intentan estabilizar el sistema monetario, las criptomonedas lideran una revolución digital que podría cambiarlo todo
El río de la actualidad económica ha fluido todos estos números a velocidades impensables. Los que vivimos en sus riberas hemos visto burbujear su corriente con nuevas formas de interpretar el líquido elemento que infla sus venas: el dinero. Desde la paulatina desaparición del rostro de Franco en las pesetas, al euro; desde el asombro de los primeros cajeros automáticos que escupían billetes, al misterio de las criptomonedas. Y lo que queda… Abróchese el cinturón, porque el nuevo paradigma lo acelera todo exponencialmente.
«Entre la imprenta, alrededor del año 1.450, y la impresión del primer billete en Europa, en 1661, pasaron 200 años. Entre Internet y el Bitcoin o el euro digital, unos 20 o 30». Tras constatar el frenesí actual, Luis Garvía Vega, director del máster de Gestión de Riesgos Financieros de ICADE Comillas, señala al gran culpable: «Internet lo cambia todo». La globalización llegó al extremo de la mano de la informática, a la que ahora pedimos el siguiente paso: «Necesitábamos un dinero que funcionase en Internet. Sin fronteras, instantáneo, programable y que gestione valor de cosas pequeñas».
Quedan ya pasto de la nostalgia los brillos del referente durante tantos siglos. «El patrón oro jugó un papel muy importante. Desde Bretton Woods [los acuerdos sobre política monetaria y financiera de la ONU en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial] hasta la guerra de Vietnam, vivimos el mayor periodo de estabilidad de nuestra historia reciente». Richard Nixon decretó el fin de los cambios fijos de divisas a partir del patrón-oro y todo se hizo mucho más volátil, o ágil, según el punto de vista…
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