Durante las décadas de los 80 y los 90, coincidiendo con el auge de las revistas del corazón, en España los cirujanos plásticos asistieron preocupados al nacimiento de un fenómeno que terminó convirtiéndose en un clásico.

Los pacientes, en vez de ponerse en sus manos y confiar en su consejo, acudían en masa a las clínicas de cirugía estética con una publicación de papel cuché abierta por una página concreta.

«Eso, eso es lo que quiero», decían los potenciales clientes de estos negocios señalando el rostro y el cuerpo del famoso o famosa que en ese momento estuviese más de moda.

Por aquel entonces, cuentan los expertos, se trataba sobre todo de mujeres. Con el tiempo, cada vez más hombres se terminaron sumando también al invento.

Convencidos de que la ciencia les permitiría tener el aspecto de sus ídolos, cada vez más personas se pusieron en manos de los doctores con las esperanza de despertar un día y tener una cara distinta, un cuerpo distinto, una vida distinta.

Pero la modificación de la cara y el cuerpo humano, contra la voluntad de muchos, no funciona por imitación.



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