CHUS BLASCO / Lo que te estás perdiendo

Dilemas del contexto digital

Solemos pensar que somos racionales tomando decisiones. Pero no lo somos. Lo explica Liliana Arroyo, Doctora en Sociología y especialista en innovación social digital en un artículo reciente sobre los sesgos con los que funciona nuestro cerebro. Ella fue la ponente del pasado #trinxat de Reus. Liliana empezó su charla hablándonos del miedo a perderse alguna cosa, lo que los anglosajones llaman FOMO (el miedo a perderse planes, en inglés Fear of Missing Out). Nos explicó que FOMO no nace en el entorno digital, sino que es un comportamiento que está relacionado con el estado de alerta y el instinto de supervivencia.

Liliana nos contó la forma en la que las empresas que han desarrollado las plataformas lo saben y lo aprovechan. Bajo una apariencia de servicio para crear comunidades sociales, el 98% de los ingresos de Facebook son de publicidad. Eso quiere decir manipulación del comportamiento de los usuarios, o sea, nosotros. Las redes sociales están diseñadas para ampliar el tiempo que pasamos en ellas. Nuestro cerebro segrega dopamina y quedamos atrapados en la adicción al deseo de sentimos bien. Queremos repetir nuestra recompensa y los likes se convierten en una dictadura. La lógica económica de su modelo de negocio es perversa, porque nosotros somos el producto.

Cuando estamos en redes sociales pensamos que estamos eligiendo el contenido que vemos y leemos, pero no es así. Liliana nos puso el ejemplo de TikTok. En esta aplicación para compartir videos cortos, el 95% de los contenidos que se consumen son una recomendación del algoritmo. ¡El 95%! La cuestión es que cuanto más tiempo pasamos en estas plataformas, mejor conocen lo que nos gusta y lo que no. Sus algoritmos están aprendiendo cada día cómo manipular nuestro comportamiento.

 

El dilema digital

Liliana se define como tecno-optimista consciente. Nos dio algunas pautas para que podamos gestionar mejor nuestras vidas digitales, según lo que ella denomina “bienestar digital”. La realidad es que muchas de las personas que dicen que no tienen tiempo pasan varias horas al día haciendo scroll en sus pantallas. Ella insistió en que no hay manual de “respuestas correctas”. También se debatió ampliamente sobre la necesidad de acompañar a los más jóvenes. Liliana nos contó que no debemos confundir su facilidad para usar las aplicaciones y las herramientas, con el hecho de tener criterio. Nos animó a encontrarnos con el placer de la reflexión y de estar con nosotros mismos, y a no cambiar de planes por otros que nos parezcan más apetecibles en aquel instante (JOMO, la alegría -Joy- de perdérselos).

Nuestro cerebro está entrenado para enseñarnos nuestros miedos y amplificarlos. Las redes sociales colaboran porque están diseñadas para aumentar la interacción. Así que la brecha digital más preocupante no es la que provoca la tecnología, sino la falta de conciencia. Tenemos que entrenarnos en dejar atrás la sensación de culpa de no estar respondiendo a las notificaciones constantes. Desconectar de las redes sociales es un lujo, porque implica que tienes competencias para poder hacerlo. Si no frenamos la inercia del inconsciente, no comprenderemos de forma consciente las oportunidades del paradigma digital y las amenazas al ejercicio de nuestra libertad individual.

 

Lo que me he estado perdiendo

Desde que surgieron, he sentido una cierta “alergia” a las redes sociales. Mis percepciones personales negativas me impedían utilizar las redes sociales como canal. La motivación por emprender y construir un negocio 100% digital está compensando con creces mis barreras. Me ha permitido conocer decenas de personas a las que no habría accedido sin el potencial de la tecnología y de las redes sociales. He descubierto las oportunidades (¡infinitas!) de colaborar en red con otras personas. He comprobado que el miedo, cuando lo usamos de forma adecuada, nos impulsa hacia delante. Lo que me he estado perdiendo se ha convertido ahora en mi estrella polar. Soy consciente de la parte oscura de la manipulación de las plataformas tecnológicas y también de la parte positiva de ejercer mi libertad individual como emprendedora digital. Yo también me siento tecno-optimista consciente.

El FOMO tiene su origen en que la necesidad de socializar que tenemos las personas, de sentirnos aceptados por “nuestra comunidad”. Las redes sociales han cambiado la forma de hacerlo y han amplificado el impacto. Aunque entiendo a las personas que son tecno escépticas, pienso que deberían revisar los motivos de su escepticismo. La tecnología digital ha hecho posible que cada vez haya más personas empoderadas y emprendedoras que quieren impactar de forma positiva. La colaboración con personas con las que compartimos valores es el contexto que hace posible contribuir y progresar. Cuidemos nuestra atención. Aprendamos a desconectar de las redes y a conectarnos con lo que tiene significado y nos importa.

 

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