Construyendo influencia positiva
Descubrí hace poco una conferencia maravillosa de Drew Dudley. Dudley es formador en liderazgo y afirma que no es una característica reservada para unas pocas personas extraordinarias. Dice que la mayoría pensamos que no podemos ser líderes porque nos parece un acto de arrogancia. Dudley nos invita a conectar con la idea de que la vida nos regala mil oportunidades de influir positivamente en los demás. Os recomiendo que veáis el video (Everyday leadership). La descubrí porque pongo en mi agenda espacios de tiempo dedicados a la creatividad en los que me dejo llevar por los temas que me cautivan, sin más. Dejo llevar mi atención hacia donde me lleve. No lo hubiera descubierto si yo no fuera mi propio jefe. En una empresa, el tiempo dedicado a explorar no se consideraría “productivo”.
Autonomía en el trabajo
La búsqueda de la productividad es un dilema mal resuelto. Estamos perdiendo el norte llevando al extremo la separación entre la vida y el trabajo. Se han conseguido avances impensables en la protección de los derechos de los trabajadores. Para ello, la Administración multiplica la regulación de cargos, sanciones y multas para las empresas empleadoras. También cuando las “empresas empleadoras” es una sola persona. El exceso de celo en la defensa de la separación entre vida y trabajo tiene daños colaterales. Hemos acabado aceptando como normal que la vida es lo que sucede fuera de los límites del horario laboral.
Pero Internet y la tecnología digital, ha supuesto un cambio radical en las relaciones de colaboración que posibilita entre las personas. Podemos estructurar actividades sociales y económicas mucho más complejas que ser empresa o trabajador. No hay límites horarios porque los canales se multiplican. El requisito para colaborar es que las personas tienen que ser más autónomas y también ser parte de un equipo. Ser autónomo, implica tener capacidad de autogestión. Implica tomar decisiones sobre a qué dedicas tu tiempo porque lo que hay que hacer y lo que nos resulta más duro hacer, suelen ser la misma cosa.
Management
Crear valor cada vez es más difícil. La competencia en un mercado global es brutal. Gestionar los recursos de forma que estén orientados a lo que el mercado valora, es cada vez más exigente. Las empresas y las organizaciones necesitan “sentir” que lo tienen todo controlado. Es una necesidad que multiplica la burocracia y la complejidad y que provoca que sea muy difícil poder interpretar lo que está pasando realmente. Cuando una organización crece, acaba creando estructuras barrocas que impiden la comunicación.
En cambio, las personas necesitamos sentir que progresamos. Podemos evolucionar cuando sentimos que construimos relaciones basadas en un objetivo y propósito común. Es más fácil encontrar personas con capacidad de comprometerse que sistemas organizativos que les permitan hacerlo. Y culpamos a las organizaciones y a las empresas que lo impiden, cuando son la norma.
Cuando no encontramos soluciones, señalar los culpables nos da alivio psicológico. ¡Pero no resuelve el problema! La necesidad de encontrar la dimensión más humana en las empresas nos lleva a invocar al liderazgo de sus directivos como solución “mágica”. Es la respuesta a la necesidad de impulsar nuevas formas de relación que coordinen los esfuerzos de forma efectiva para conseguir resultados.
Generosidad cotidiana
La complejidad y la incertidumbre son variables que no controlamos. Queremos unas certezas que no existen. Podemos aceptarlo sin dejar de alimentar la esperanza en el futuro con una perspectiva positiva. Bien pensado, la mayoría de las cosas buenas que nos pasan en la vida son fruto del azar. De estar allí en aquel instante, de haber tenido esa conversación, de haber coincidido con alguien de forma fortuita que te cambió la vida, de aquella sonrisa que te hizo recuperar la fe cuando la habías perdido…
Dudley afirma que todas las personas hemos provocado algún momento “revelación” en alguna persona que le ha cambiado la vida. Pero no lo sabemos porque es muy probable que no nos lo haya dicho. Decimos que no hay comunicación en las empresas. Pero es que a las personas nos cuesta comunicarnos en nuestras vidas.
Hablamos tanto de liderazgo refiriéndonos a actos heroicos que pensamos que muy pocos pueden autodenominarse así. Celebro que Dudley nos invite a pensar en el liderazgo como un acto de generosidad cotidiana que tiene un efecto multiplicador. Liberemos nuestra capacidad de influir y no renunciemos a ser nuestra mejor versión. Dejemos de buscar héroes y culpables. Practiquemos la comunicación honesta. Si en nuestro día a día no lo hacemos, tampoco pasará por arte de magia en empresas y organizaciones. Somos responsables de nuestra visión del mundo. Sigamos el consejo de Dudley y pongamos en práctica el liderazgo como el acto cotidiano de mejorarnos la vida mutuamente.
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