Crear valor impulsando la colaboración
El contexto actual es de cambio profundo. Pero la Administración Pública es rígida, y cuanto mayor es la complejidad y la incertidumbre, más recursos necesita. Su respuesta al contexto es crecer en dimensión. No tiene capacidad de adaptación. No se abre a incorporar nuevas opciones, a colaborar con talento externo para cubrir necesidades existentes. Es un riesgo grave, porque dispone de una gran cantidad de recursos que no se están convirtiendo en valor.
Comparto aquí algunas reflexiones personales sobre la importancia de que la Administración mejore su capacidad de colaborar.
La tecnología
La tecnología digital ha permitido definir modelos de negocio con enorme potencial. Pero la tecnología no se convierte en valor si no resuelve necesidades reales. Si no se crea valor, la productividad no mejora. Lo explicaba Henry Chesbourg, creador del concepto de innovación abierta, en una entrevista previa a la pandemia. Decía que hemos dedicado mucha atención a la generación de nuevas tecnologías, pero hemos descuidado su difusión y utilización. No puede haber impacto positivo en la sociedad hasta que las personas las interioricen y las ponga en marcha dentro de sus procesos de trabajo y en su vida.
Hay que ir más allá de la digitalización de los procesos de trabajo y considerar la tecnología digital como la palanca que posibilite la transformación de los sistemas actuales.
Las personas y la colaboración
El potencial de la tecnología amplia las oportunidades, porque permite nuevas relaciones de colaboración entre las personas y las empresas. Es más fácil en pequeños grupos de personas. Justamente, detrás de la etiqueta de “pymes y autónomos”, encontramos a personas con capacidad de colaborar y de generar actividad económica.
Pero la obsesión normativa y reguladora de la Administración impide que florezcan las nuevas formas de hacer crecer a las personas que ya tienen la capacidad de crear y emprender.
Competencias clave
Una de las competencias clave en el contexto actual es tomar decisiones en la incertidumbre. Las personas que construyen su vida laboral y profesional por su cuenta no pueden progresar sin ella. No hay certezas. Tampoco para las empresas donde la dirección coincide con la persona que asume los riesgos. La cuestión es a qué dedicar los recursos, que siempre son escasos. No hay tiempo para aprenderlo todo. Hay que priorizar. Los profesionales con capacidad de emprender ya sean ingenieros, economistas, arquitectos… tienen que aprender a monetizar sus capacidades técnicas. No son competencias exclusivas de ejecutivos que se aprenden en escuelas de negocios.
La Administración debería centrarse en dejar de ser un obstáculo para estas personas, en lugar de dedicarse a amplificar sus controles y burocracias internas.
Aprender como ventaja competitiva
En el contexto actual, la única ventaja competitiva sostenible es aprender más rápido que la competencia. Las personas y las empresas que aprendan a crear valor saldrán adelante y las que no lo hagan quedaran atrás. Irrumpen sin cesar nuevas metodologías, nuevas tecnologías. Se construyen nuevos modelos de negocio a base de hipótesis, se validan con datos, y a partir de su interpretación se persevera o se pivota. Los datos permiten construir conocimiento y el conocimiento permite construir riqueza. El modelo productivo es aprender.
Pero las estructuras organizativas no aprenden, lo hacen las personas. Deberíamos dejar atrás el marco mental de empresas grandes y pequeñas, de empresarios y trabajadores. Pongamos el foco en las personas impulsoras de acciones que crean valor para la economía y la sociedad.
¿Colaborar con la Administración?
Tenemos que aprender a construir el futuro buscando soluciones a los nuevos problemas. Los recursos deberían dedicarse a aquello que es o será valioso para el bien común. Gastar más no implica crear valor. Mientras la Administración Pública no interiorice el cambio de paradigma del valor, la digitalización seguirá creando más problemas de los que resuelve.
En mi opinión, no es posible la colaboración con la Administración si sus estructuras organizativas no se transforman. Esta transformación implicaría dejar de poner el foco en fiscalizar a las personas con capacidad de impulsar nuevas iniciativas, y ponerlo en eliminar las barreras que han creado. Colaborar sólo es posible de igual a igual, porque implica compartir los objetivos de lo que se quiere conseguir gracias a la relación de colaboración. Deberíamos amplificar el impacto positivo de los fondos públicos en generar riqueza y mejorar el bienestar de la sociedad. Para crear valor, necesitamos poner todos los recursos y el talento disponible a trabajar.
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