Las nuevas tecnologías son imprescindibles para la conciliación de la vida laboral y familiar
Tengo cincuenta años, soy ingeniera de Telecomunicaciones en ejercicio desde 1992 y soy consciente del privilegio de formar parte del grupo sociolaboral al que pertenezco: mujeres con estudios superiores y un sólido recorrido profesional, pero también reconozco que nunca he sentido, al menos directamente, discriminación alguna por razón de género.
Pero ello no es óbice para que reconozca que tenemos, como sociedad, asignaturas pendientes en relación con el desarrollo vital y laboral de nuestras niñas. Y, por ello, como tengo la fortuna de participar muy de cerca en la transformación digital, me siento en la necesidad de compartir la tremenda oportunidad que supone, para la sociedad y las mujeres, el momento que vivimos.
No todas estamos en la misma posición ventajosa de partida. Aún quedan situaciones no deseables que afectan sobre todo a mujeres de entre 25 y 35 años con estudios básicos. Y todas, sin excepción, aún nos encontramos con alguna que otra situación incómoda de menosprecio, que hemos aprendido a lidiar con mano izquierda y ciertas dosis de humor. La maternidad, por ejemplo, aún obliga a muchas mujeres a reconducir sus expectativas profesionales al no poder conciliar jornadas interminables con la atención a los hijos.
No tengo ninguna duda del esfuerzo de gobiernos e instituciones para que estas situaciones sean cada vez más rara avis. Siempre es posible mejorar las leyes e incrementar las ayudas, pero podríamos decir que lo básico está. En mi opinión queda por arreglar lo intangible pero creo que el futuro es tremendamente esperanzador. Las nuevas tecnologías son una tremenda oportunidad para la disminución de la brecha de género que ni como país ni como sociedad global podemos desaprovechar.
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