Las empresas no solamente son un motor económico, sino también engranajes con fuerza social y que pueden generar impacto para bien o para mal. Las consecuencias medioambientales en el fraude de emisiones contaminantes de vehículos o las duras condiciones laborales de los trabajadores de la industria textil en determinadas zonas del mundo son ejemplo de la necesidad de tomar consciencia de la huella que deja toda actividad económica.
Afortunadamente, la sensibilización y exigencia entorno a la responsabilidad social de muchas empresas ha ido creciendo en las últimas décadas y cada vez más se adhieren a las diferentes iniciativas a nivel mundial. El
Pacto Mundial de las Naciones Unidas
es el mejor ejemplo de ello, la mayor iniciativa internacional sobre sostenibilidad con más 12.500 entidades asociadas en más de 160 países, las cuales se comprometen a seguir diez principios básicos entorno a los derechos humanos, seguridad laboral, medio ambiente y anticorrupción.
Sin embargo, cabe destacar que, según datos de la Comisión Nacional del mercado de valores en 2015, el 76% de las entidades que conforman este pacto son pymes, mientras que solo el 14% representa a grandes empresas y un 10% a sindicatos, asociaciones empresariales e instituciones educativas. “Paradójicamente, las grandes multinacionales, las que tienen más repercusión social, son de las menos comprometidas en seguir estas buenas praxis”, explica Noemí Ruiz, coordinadora del